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Guía emocional para la cuarentena familiar: claves para el tiempo que vamos a pasar encerrados

Es posible sacar provecho familiar del tiempo de aislamiento

Celina Ribeiro

The Guardian —

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Travis Diener lo verbaliza así: “esta casa se vuelve loca”. Diener es jugador profesional de baloncesto y vive con su mujer y tres hijos pequeños en Cremona, en plena zona roja de la Lombardía más afectada por el Covid-19. Hace dos semanas que los niños no van a la escuela y la familia ha decidido seguir los consejos del Gobierno. Se ha encerrado en casa y sólo salen para lo estrictamente necesario.

“El tiempo vuela”, dice, “pero en una situación como esta también puede pasar muy despacio. Los días pueden hacerse largos”. A medida que se extiende la pandemia, el autoaislamiento o cuarentena son las estrategias más adoptadas para “aplanar la curva” de las tasas de infectados. Un período de 14 días de aislamiento implica que individuos y familias se encierren sus casas y no mantengan contacto físico con quienes están fuera. Ante el cierre de escuelas y centros de día, con los centros de trabajo cerrados o avanzando en dirección al teletrabajo, cada vez más familias por todo el mundo se enfrentan la misma situación de la familia Diener.

Pero ¿qué pueden esperar las familias? ¿Cómo pueden sobrevivir no solo al virus, sino a sí mismos?

Para los progenitores que tratan de trabajar desde casa, su capacidad de hacerlo dependerá de factores como la edad de sus hijos, la configuración de sus casas y la naturaleza de su trabajo. El carácter de padres e hijos jugará también un papel importante.

Claire Amos, directora de un instituto en Auckland, el Albany Senior, lleva dos semanas aislada en su casa, distanciada de sus hijos adolescentes y de su marido, desde que viajó a Italia por trabajo. Amos revisa el correo electrónico por las mañanas y mantiene reuniones por Internet a través del sistema de llamadas Google Hangouts con otros trabajadores del equipo directivo de su centro y algunos de los estudiantes. Está sorprendida de lo productivos que resultan los días: “Puedes sacar adelante el trabajo pese a la situación. Gran parte del tiempo estás ocupada en estar ocupada más que en hacer algo de provecho”.

La esposa de Diener trabaja a tiempo parcial para una empresa de vinos, así que sus tareas no han cambiado demasiado. Para Diener, acostumbrado a entrenar y jugar al baloncesto todos los días, es mucho más complicado. Ha intentado seguir entrenando de algún modo. Pero no es lo mismo. “Estar sentado en casa me está volviendo un poco loco”, explica. “Estoy acostumbrado a mi trabajo”.

Eso que en Alaska llaman la fiebre de las cabañas y, nace tras los largos meses de invierno en los que resulta casi imposible salir al exterior, se convierte en una posibilidad real cuando toda rutina ha sido modificada y las familias no pueden salir de sus casas. La predisposición y el tipo de pensamiento no sirven más que para exacerbarla.

Según Carly Johnco, psicólogo clínico en la Universidad Macquarie de Sidney, puede manifestarse en forma de ansiedad, frustración extrema, depresión y bajones de ánimo. Lea Waters, profesora de la Universidad de Melbourne, dice que el aislamiento autoimpuesto puede incorporar tres elementos relativos a la salud mental: nuestra sensación de autonomía, la sensación de conexión con quienes nos rodean y la competencia, esa sensación de estar cumpliendo con las tareas que nos corresponden.

También aportan una serie de consejos para afrontar esta situación desde un punto de vista positivo:

Empecemos desde el mismo punto

Waters sugiere que “al comienzo del proceso, la familia se siente y diseñe un contrato”. Que se abra un debate. “¿Cuáles van a ser los retos? ¿Cuáles son las fortalezas que tenemos cada uno de nosotros que pueden ayudar a toda la familia?”. Afirma que puede ayudar hablar sobre lo que nos preocupa y lo que esperamos de esta cuarentena y el papel que cada persona puede jugar para que todo salga mejor. “Quien previene vale por dos”, sentencia.

Seamos sinceros

Es importante que los padres escuchen y muestren empatía con los miedos que evidencien sus hijos, que contextualicen y les cuenten la verdad sobre lo que está pasando con un lenguaje adecuado a la edad. “Mantened conversaciones sobre hechos y sentimientos”, resume Walters. Si se permite que los niños tengan sensación de control, el miedo disminuye. Una posibilidad es que se encarguen de su propia higiene personal.

Para los adultos, no perder la perspectiva y buscar información y recomendaciones que vengan de fuentes creíbles ayudará a mantener la ansiedad a raya. Amos dice que es importante que la gente hable de cómo se siente para evitar cualquier estigma o vergüenza relacionados con el aislamiento voluntario.

Organicémonos

Mantener la rutina será importante pero ésta no tiene por qué ser muy estricta. “Las rutinas siempre son un buen modo de que la gente vea el camino de salida”, añade Waters.Según explica, los hábitos también son muy importantes a la hora de no volverse locos. Ella se levanta por la mañana a la misma hora, se viste y se maquilla antes de despedirse de los miembros de su familia que no están en cuarentena. Luego se centra en su trabajo durante toda la mañana. A mediodía se entretiene publicando combinaciones de ropa en Instagram y se está aficionando de nuevo a un canal de yoga en Youtube: Yoga with Adriene.

Diener y su familia también tratan de mantener la rutina. La escuela ha planteado deberes y clases para que los niños no se retrasen demasiado. Padre y madre han repartido el día en siete u ocho “asignaturas” para sus hijos de tres, cinco y siete años. “Puede ser cualquier cosa, desde galletas a una clase de baile o clase de matemáticas, deletreo, italiano o inglés”, detalla. En medio hacen pausas de media hora para ver la televisión o navegar en el iPad.

Waters piensa que las familias deberían aprovechar para pasar más tiempo de ocio juntas, sobre todo porque se trata de un momento especial para los niños. Los padres pueden preparar juegos, manualidades, deberes y libros, pero ver la televisión más de lo habitual tampoco tiene porqué ser catastrófico, en opinión de Johnco.

Eso sí, las pantallas no deben ocupar todo el tiempo. “Puede resultar tentador sentarse delante de la pantalla dos semanas”, vale. “Pero la novedad se diluirá rápidamente. Sabemos que cuando la gente deja de desarrollar sus actividades habituales, el impacto sobre el ánimo puede ser profundo”. Confiar en las plataformas de Internet puede no ser la mejor idea.

Las operadoras de telecomunicaciones se preparan para un gran incremento del trabajo desde casa. Las redes australianas son resistentes, pero van a sentir la presión. Un portavoz de la operadora Telstra ha dicho: “Confiamos en optimizar nuestras redes para gestionar un incremento significativo del tráfico como resultado de que la gente se quede en casa, pero dependiendo de lo que llegue a suceder podrían darse momentos en los que se el servicio se ralentice”. Por tanto, mejor no volvernos locos con Netflix y tratar de tener un plan de datos adecuado como alternativa, en el caso de que vayamos a realizar tareas urgentes.

No dejemos de movernos

Johnco dice que mantener la actividad física es vital para mantener el ánimo: “La frustración y el aburrimiento llegan con los niños no tienen la oportunidad de desarrollar actividades físicas”. La creatividad es importante. “Ideas originales para el ejercicio como preparar una carrera de obstáculos en el jardín pueden tener ocupados a padres e hijos. La familia Diener en Italia hace ejercicio varias veces al día. Poco pero sistemático. Suben por las escaleras, juegan al fútbol y al baloncesto”.

No dejemos las tareas de lado

Será importante sentir que se está logrando algo durante el periodo de aislamiento. Tanto para niños como para padres. Trabajar desde casa, hacer los deberes del colegio, cumplir cosas planeadas desde tiempo antes, esas pequeñas reparaciones caseras… Waters propone que los niños escriban un 'Diario del Coronavirus' en el que puedan documentar su experiencia. Amos ha tuneado una chaqueta a la que llevaba meses echando el ojo y ha organizado el armario. Dice que nunca había estado tan ordenado.

“También he estado dándome caprichos”, dice Amos. Se toma un té al sol de la tarde. Johnco dice que es importante reservarse ratos “para hacer cosas que simplemente sienten bien”. Las familias también pueden ver qué pueden hacer juntas. Planear una noche de película, ese proyecto para el jardín o el salón del que hace tanto tiempo que hablan o cambiar de lugar los muebles de la casa.

Démonos espacio

“Hay que pensar en las cosas que pueden hacerse solo y las que pueden hacerse en familia. Para familias que están acostumbradas a ir cada uno por su lado, puede resultar complicado pasar tanto tiempo juntos. Por eso los niños se pelean en vacaciones. Porque no están acostumbrados a pasar tanto tiempo juntos”, dice Johnco.

Waters agrega que “crearía espacios en la casa, a ser posible pequeñas zonas: esta para el juego, y este sillón con respaldo para relajarse”. Aunque respetar el espacio y el tiempo de los demás sea importante, esta puede ser una oportunidad para crear y recuperar rituales familiares. Puede ser tan simple como sentarse a comer todos juntos, quizás con una nueva receta que los niños hayan ayudado a preparar.

Mantengamos el contacto

Otro elemento importante para salud mental es sentirse conectado a los demás. Para eso, la tecnología es buena aliada. Conectar con los amigos en las redes sociales o por teléfono va a ser importante para los adultos. Para Johnco será vital “el apoyo social mutuo”. Preocuparse de contactar con los demás y saber que están bien.

Los niños están acostumbrados a entornos de mucha gente y van a necesitar contactar con sus amigos. Los mayores, dice Waters, pueden crear temas e historias en Instagram y Snapchat para compartir experiencias y consejos con amigos. Para los pequeños puede ser bueno organizar videoconferencias con familia y amigos.

Aprendamos de la experiencia

Diener dice que sus hijos se lo están pasando bien durante el aislamiento y que han aceptado la rutina. A él le ha aportado una nueva perspectiva: “Ahora respeto mucho más a los maestros con su paciencia porque no es fácil enseñar a los niños. Me ha sentado bien. Creo que me ha ayudado a ser mejor padre”.

Amos también ha descubierto los tesoros que oculta esta separación forzada de su ajetreada vida diaria. “Ha sentado bien el frenazo. De algún modo extraño espero aprender de esto y que mi rutina cambie algo. Por primera vez en mucho tiempo no me he sentido culpable por no estar ocupada”, explica.

Traducido por Alberto Arce

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